19 de marzo de 2010 /El socialismo es la solución/.-
Por Konstantín Bogdánov /Tomado de RIA Novosti/
...las pantallas de televisión mostraban unas imágenes en blanco y negro algo deterioradas por las persistentes interferencias de la señal. Una silueta rechoncha, una escafandra blanca con una nítida inscripción: URSS, se dibujaba sobre las nubes, caminando torpemente, como un bebé que da sus primeros pasos.
"¡El hombre ha salido al espacio extravehicular!", exclamó el teniente coronel del Ejército del Aire soviético, Pável Beliáev. Con estas palabras, el teniente coronel comunicaba al Centro de Control de Vuelos el momento en el que el otro cosmonauta de la tripulación, Alexei Leónov, salía a efectuar un paseo espacial. Cerca, sólo a una distancia de unos cinco metros de la nave Vosjod-2. Lejos, era la primera vez en la historia de la humanidad.
"Es posible que sea la última vez que estoy aquí con vosotros", dijo con seriedad el legendario diseñador aeroespacial ruso, Serguei Koroliov, al despedir a la tripulación antes del despegue. Era la mañana del 18 de marzo de 1965. Lamentablemente, sus palabras resultaron proféticas, diez meses después, el padre del programa espacial soviético moría.
La nave de la célebre expedición despegó sin problemas y se colocó en la órbita prevista con toda normalidad. Sin embargo, las circunstancias pronto iban a cambiar. A las 11:34 (hora de Moscú) Alexei Leónov salió al espacio extravehicular, donde estuvo durante 12 minutos y 9 segundos...
La tonalidad de los colores, brillantes y llenos de contrastes del espacio cósmico impactaron el alma de pintor que tenía Leónov. Recordó que le había preguntado a Yuri Gagarin, el primer cosmonauta de la humanidad, el aspecto que tenían la Tierra y las estrellas desde allá arriba... pero la realidad superaba con creces la imaginación.
Los problemas comenzaron cuando Leónov tuvo que regresar a la nave, tarea nada fácil. La escafandra se había hinchado debido a la brutal diferencia de presión con el vacío exterior, y Alexéi no cabía por la escotilla. El esqueleto rígido del traje espacial no sirvió de nada. "Mis dedos se salían de los guantes, y mis pies de las botas", recordaba Leónov. Posteriormente, al analizar los resultados de aquel vuelo, se diseñaron escafandras mucho más rígidas.
Intentó ajustarse al máximo las correas del traje. En vano. No había otra salida, así que sin consultar con el Centro de Control, Alexei optó por una medida desesperada y redujo al mínimo la presión dentro de la escafandra. El bajar bruscamente de presión pudo haber hecho hervir el nitrógeno de su sangre. Hubiera ardido por dentro.
Finalmente, la escafandra se desinfló un poco. Fue suficiente. Rompiendo las normas, Leónov entró en la cámara de vació con la cabeza por delante, arrojando primero al interior la cámara cinematográfica que llevaba consigo. Había tenido suerte.
Pero el trance no había terminado. Ahora había que darse la vuelta dentro de la cámara de vacío, colocarse con la cabeza hacia la escotilla de entrada al habitáculo de los pilotos y entrar. Esto fue todavía más complicado. La cámara de vacío medía 2,5 metros de longitud y un metro de ancho, y la anchura de los hombros de Alexéi Leónov con la escafandra era de 68 centímetros. "No sé como conseguí hacerlo", recuerda el cosmonauta. En su escorzo, Leónov casi tiró la cámara cinematográfica al espacio, pero pudo atraparla.
Las desgracias de la misión no acabaron con el regreso de Leónov a la nave. El nivel de oxígeno en el aire de la nave Vosjod-2 había aumentado, lo que era sinónimo de amenaza de incendio. La nave estadounidense Apolo 1 había sufrido uno, el 27 de enero de 1967, durante unas pruebas de prelanzamiento en tierra, que consistían en crear una atmósfera presurizada de oxígeno puro. Toda la tripulación participante en el ensayo había perecido. De una forma parecida, en una cámara hiperbárica, había perdido la vida otro cosmonauta soviético, Valentín Bondarenko.
Sólo pasadas siete horas se logró solucionar el problema: la escotilla de entrada se había deformado ligeramente por el sobrecalentamiento en la parte iluminada del casco de la nave y no se cerraba herméticamente. El sistema de soporte de vida a bordo había empezado a generar el oxígeno automáticamente.
Leónov solucionó el problema por pura casualidad. El cosmonauta, dando vueltas en la cámara de vacío, enganchó el interruptor de sobrealimentación con la manguera unida a su escafandra. La presión aumentó, la escotilla se hermetizó y el nivel de oxígeno en la atmósfera de la nave se normalizó.
Los tripulantes de la nave Vosjod-2 tampoco pudieron realizar el aterrizaje en régimen de piloto automático. Pável Beliáev tomó la decisión de aterrizar en régimen manual por primera vez en la historia de los vuelos espaciales. Sin embargo, el diseño especial de ventanillas de la nave no permitía realizar una óptima gestión del aterrizaje desde la posición de los pilotos. Había que desabrocharse los cinturones, levantarse, realizar la maniobra necesaria y volver a colocarse en el sitio. Todo eso lleva su tiempo y sus incorrecciones. A consecuencia de las cuales, el aparato se desvió de la trayectoría y acabó en un bosque de la provincia de Perm (Rusia, los montes Urales), a unos 80 kilómetros del punto previsto.
Después del aterrizaje, los cosmonautas se quitaron las escafandras con gran dificultad, "sudamos la gota gorda", recuerda Leónov. Después, arrancaron el aislamiento térmico y se taparon con éste para poder pasar la noche. Los lobos aullaban en los alrededores. Hacían hogueras sobre la nieve y se alimentaban de los restos de comida de la nave. Las hogueras les salvaron la vida. Los helicópteros de rescate las detectaron. Fueron encontrados tres días después.
Leónov volvió al espacio una vez más tras su triunfal paseo espacial. Fue el comandante de nave Soyuz-19 durante su acoplamiento con el ingenio estadounidense Apolo en 1975. La caminata de Leónov fue la culminación del programa espacial soviético.
En aquella primavera de 1965, la Unión Soviética iba ganando a Estados Unidos por un tanteo de 3 a 0. Goles de Spútnik, Gagarin y Leónov.
(Fotos: el cosmonauta Leónov, Héroe de la Unión Soviética, ayer y hoy)
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