27 de febrero de 2010
Por Konstantin Schepin (Moskprf.ru)
Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S. Comín
Por muchas vueltas que se le quiera dar, el descenso demográfico de Rusia continúa. Durante todos estos años, el PCFR, desde la oposición, ha venido exigiendo constantemente que el gobierno variase el curso que condena al país a un callejón demográfico sin salida. Es absolutamente evidente que la pérdida de población no solo no permitirá a Rusia convertirse en un país floreciente y potente, sino que puede incluso llevar al país a la desintegración.
El país envejece y va a menos, tenemos 38 millones de jubilados, 12,5 millones de minusválidos y casi 6 millones de drogodependientes. Entre los países del BRIC (Brasil, Rusia, India, China), el problema del envejecimiento de la población es especialmente acusado en Rusia, donde por cada persona en edad de trabajar tenemos 1,3 pensionistas, y un 17% de la población total es mayor de 60 años.
El crecimiento de población se detuvo a partir de 1991 (comienzo de las nefastas reformas). Ahora la tasa de mortalidad supera en 1,5 veces a la de natalidad. Cada año perdemos unos cuantos cientos de miles de personas. Como resultado, el número total de población no para de decrecer: de los 148’9 millones que teníamos en 1993, hasta los 141’9 millones de abril de 2009 (según cifras del Instituto de Estadística de Rusia).
En la mayoría de los países desarrollados la tasa de mortalidad desciende y la esperanza de vida aumenta. En Rusia nada de eso sucede. Nuestra tasa de natalidad, al igual que en muchos otros países de Europa no es alta, el coeficiente de fertilidad (CF: cifra media de nacimientos por mujer) en 2008 era de 1’49, en el mundo era de 1’61. El coeficiente más bajo lo tenía Macao con 0’9. En condiciones de baja mortalidad, el CF mínimo para simplemente asegurar el relevo generacional no debe ser inferior a 2’15. Sin embargo en Rusia aparte de una baja tasa de natalidad tenemos un alto índice de mortalidad, especialmente ente los hombres. Los indicadores de mortalidad masculina, relacionada con el alcoholismo, los asesinatos, suicidios, malas condiciones de vida y problemas de salud, están batiendo todos los records.
Las investigaciones del Instituto de demografía de Moscú señalan que uno de cada tres hombres muere entre los 20 y los 60 años. La esperanza media de vida entre los hombres en Rusia es a día de hoy de 61,4 años (en las mujeres 73), mientras que en los años sesenta era de 63,8 años. En los países industrialmente desarrollados es de 75. La alta mortalidad entre los hombres se explica principalmente por las malas costumbres: dependencia alcohólica, tabaquismo. Consecuencia de todo ello es que la esperanza de vida de los hombres en Rusia es inferior incluso a la de países tan pobres como Bangladesh. Un hombre sano y fuerte es el principal soporte de la familia, es el “muro de piedra”, tras el que una mujer se sentirá segura y no tendrá miedo de tener 2 ó 3 hijos.
Vemos además una insuficiente asignación para la salud: en el 2007 Rusia destinó a estos fines el 4,25 del producto interior bruto (El PIB total es de 1.100.000 millones de dólares).
Como información: en la URSS este indicador suponía el 4% del PIB (entre 2,2 y 2,6 billones de dólares), y en los países occidentales se destina de media entre el 8 y 10% del PIB, lo que equivaldría a 2 mil, 2.500 dólares por persona y año, en comparación con los 340 dólares de la Rusia actual.
Aunque en honor a la verdad hay que señalar, que en lo concerniente a cuidados de salud, teniendo en cuenta todos los factores que intervienen en el mantenimiento de la salud de la persona, estos suponen el 10-15%. Luego hay entre un 15-20% de predisposición genética hacia determinadas enfermedades. Pero el 60-65% principal estaría determinado por la calidad de vida, una alimentación adecuada, el estado del medio ambiente, la seguridad en el trabajo, el estado de las carreteras, el estrés, el nivel de moralidad en la sociedad y la cultura de la persona. Es decir, en Rusia la principal causa de la alta tasa de mortalidad es la situación socio-económica existente.
Por supuesto no es una situación que haya surgido de manera espontánea, sino como consecuencia de un sistema social injusto y del curso que ha seguido el gobierno. Nuestro pueblo se ha convertido en rehén de un rumbo liberal-monetarista, causante de una colosal estratificación social, desempleo y miseria. A lo largo de estos años de reformas, el salario medio real se ha reducido en casi 2,5 veces, y la renta per cápita en 2 veces. Hoy en el país hay cerca de 40 millones de personas viviendo en el umbral de la pobreza.
Tras ese criminal saqueo, denominado privatización, el estado perdió los medios a su alcance (solo queda un 10% de propiedad estatal) y el actual gobierno liberal, incluso si quisiera hacerlo, simplemente no tendría cómo estimular la modernización de la economía, sustituir los medios técnicos de producción obsoletos y la maquinaria, de sufragar los niveles necesarios de salud, la alimentación infantil, las prestaciones sociales.
La crisis financiera mundial no hace sino agudizar el problema de las pensiones en Rusia, ya que la recesión económica en los EE.UU. y Europa, ha acarreado una disminución en la demanda de petróleo y gas, nuestras exportaciones principales, de cuyos ingresos dependíamos para cubrir el déficit del sistema de la seguridad social, calculado en un 1,5% del PIB.
En su “Concepción de la política demográfica” desarrollada en el 2007, el gobierno prevé un incremento en la esperanza de vida de “ambos sexos” hasta los 75 años. Esta perspectiva parece utópica, si la comparamos con el escenario de desarrollo, presentado por el Instituto de Estadística Ruso en el 2008. En el transcurso de los próximos 17 años (del 2008 al 2025) Rusia perdería 11 millones de habitantes: 463 mil en 2010; 600 mil en 2017; 800 mil en 2025. Es un pronóstico que pone la piel de gallina.
¿De qué sirven entonces las políticas del gobierno de “Rusia Unida”, sus programas y las reformas que se han llevado a cabo? ¿De qué sirven esas leyes aprobadas con la mayoría que tiene “Rusia Unida” en la Duma y que no hacen más que perjudicar a la gente, a su salud, y que conducen el país a la desintegración?
Los comunistas consideran que la única forma de salvar el país es sustituyendo de un modo cardinal el sistema político y el curso socio-político del gobierno. El país necesita otro gobierno, que trabaje en defensa de los intereses de la mayoría de la población, y no de un puñado de oligarcas y banqueros. Es imprescindible que el estado recupere el terreno perdido: nacionalizar los sectores clave de la economía, introducir una política fiscal progresiva que grave a las rentas más altas, establecer el monopolio estatal sobre la producción de bebidas alcohólicas.
La ejecución del programa del PCFR, garantizaría la resolución de los problemas demográficos y alejaría al país del abismo.
Konstantin Schepin es miembro de la dirección del PCFR en Krasnoyarsk.
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